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¿Para que sirve la performance?
No tengo la más puta idea.
(Rocío Boliver, La Congelada de Uva)
Inicio ese texto con esta buena duda tirada para el joven público que estuvo presente en la conferencia de la artista mexicana Rocío Boliver, La Congelada de Uva, en su conferencia en la Facultad de Artes Visuales – UANL, en la tarde del 23 de abril de 2010, en la ciudad de Monterrey, Nuevo León, México. Y más, dejemos claro que la ciudad de Monterrey tiene festivales de cine, de teatro y bienales de arte contemporáneo, pero no tenia un espacio para reflexionar y producir performance. Pero desde 2008, tiene a HORASperdidas performance art en espacio publico, hoy organizado por Melissa García & Celeste Flores. Bueno, yo tampoco trataré de responder la pregunta que hizo para si misma la querida Rocío. Prefiero dejar tal tarea para los nuestros numerosos teóricos de la performance que lo hacen muy bien como Richard Schechner, RoseLee Goldberg, Josefina Alcázar, Renato Cohen, Jorge Glusberg y tantos otros, pero lo mejor sería decirles que busquen al apasionado texto En defensa del Arte del Performance, del performer mexicano Guillermo Gómez-Peña, o que no dejen de inscribirse en la convocatoria de la próxima edición de HORASperdidas. Aquí, quisiera recordarme con nostalgia de la 3ra edición -la que tuve un inmenso placer en haber participado-, o mejor dicho, hablar de horas aprovechadas, de encuentros, de experiencias intensas e inolvidables.
El fatídico encuentro se terminó hace pocos días y sin embargo sigue en nuestros cuerpos, pero ya adquiere status de pasado y suscita reflexiones. Un encuentro marcado por el tiempo, el compositor de destinos. Muchas horas de vuelo, otras más en la carretera. Horas de afecto, deseos, alegría. Todos sabíamos que tendríamos del 21 al 25 de abril de 2010 para relacionarnos con la ciudad y con toda aquella gente que insistía en dejar a los artistas casi flotando en el caluroso aire regiomontano.
Presenté mi proyecto Cuerpo extraño en la convocatoria de HORASperdidas por creer en la relevancia que esta propuesta representa para la práctica y la discusión de la performance en el escenario contemporáneo del arte en nuestras Américas y en el mundo. La fuerza poética de encuentros donde puedo trabajar con otros artistas cruzando fronteras para promover un encuentro de las prácticas artísticas en colectividad, la performance y la sociedad contemporánea, eran mis vectores de interés en el encuentro. ¡Y fui seleccionado!
Me fui a México con muchas expectativas, muchas. Primero por la participación en un encuentro de performance en espacio público -escenario opaco que tiene rendijas por donde reelaboro estéticamente mi cotidiano (hechos, reflexiones, sensaciones). Y allá, en el calor de Monterrey, al fin encontraría aquellos amigos virtuales que también participarían del evento y con quien dividiría días tan bellos.
Siempre tuve la ciudad como campo de investigaciones artísticas abierto a nuevas posibilidades sensibles, posibilitando otras maneras de relacionarme con el espacio urbano a través de mis obras y experiencias. Y lo más gratificante de todo es que a cada día puedo encontrar otros artistas que tienen ese denominador común. Como a los Situacionistas, no pretendo que esos abordajes sean vistos como actividades propiamente artísticas, pero si como técnicas urbanas para intentar desarrollar en la prácticas la idea de construcción de situaciones o estrategias del cuerpo para resignificación del cotidiano.
Caracas, Bogotá, Córdoba, Ciudad de México, Veracruz, Guadalajara, Oaxaca, Vitória. Estábamos todos allá. Sin fronteras. Éramos ritmos, sonrisas, olores. Miradas, gestos y deseos de ser más allá de otro océano. Ganas de expandir los cuerpos hacía afuera, salir de la piel y sus poros. Salir de todas las ventanas del 8º piso del Hotel Yamallel y perderse por el aire para al fin encarnarse en ese lugar incierto y desconocido.
Oriundo de otra ciudad, de otro país y originalmente de las calles donde mi cuerpo vive en transformación para vivir con el arte, creo en mis obras como un propulsor no de lugares estables, sino de fricciones entre lenguajes, entre el hacer artístico y la vida. En Monterrey pude ver los tránsitos, la agitación en los debates, los intercambios. Un evento participativo ganando cuerpo. Ahora veo una ciudad en formación, arriesgando articulaciones, conexiones. HORASperdidas “parte del concepto del ámbito público como un terreno de construcción y transformación socio-cultural y entiende la presencia del arte en dicho ámbito como un agente activo de cambio y beneficio social”. Creo que la performance es capaz de descortinar nuevos horizontes y nuevos modos de vida. Y fue un honor poder contribuir con jóvenes artistas que, aunque no tengan alcanzado notoriedad nacional, o hasta mismo local, trabajen en la búsqueda intransigente de calidad y profesionalismo, produciendo arte con dignidad, con amor.
Surge en Monterrey una iniciativa que se muestra más que un evento cultural de performance en el espacio público, con situaciones y propuestas de discusiones distintas, abordadas de maneras y en aspectos diferenciados por una pluralidad de personas. Personas de orígenes, edades y modos de expresiones varias que en la colectividad tienen la posibilidad de crear acciones, de compartir sus poéticas y experiencias de vida.
96 horas perdidas. O mejor dicho por la artista mexicana Diana Olalde, 96 “horas aprovechadas”. El evento organizado por las queridas Melissa & Celeste, acompañadas por sus voluntarios, amigos y familiares, reunió talleres, pláticas, conferencias y un domingo deperformance art en el espacio publico en donde nos encontramos con aquellos ciudadanos que a menudo fluctúan entre el tránsito rápido y la deseable socialización creativa.
Si el arte convoca multitudes no todo está perdido. En la explanada de la Facultad de Artes Visuales, en el Colegio Civil, en el Museo de Historia Mexicana, en el hall del hotel o en el antro Garage, allá estaban todos. Artistas, estudiantes, regiomontanos, mexicanos, nosotros -ciudadanos del mundo-, dispuestos a aprovechar nuestras horas perdidas. ¡A perderse! Y así fue. En Monterrey, nos perdemos y pudimos encontrarnos con grandes amigos. Si, así podemos llamar aquellos con quién compartimos lindos y entrañables momentos en el Norte Mexicano. Y HORASperdidas permitió la realización de muchas performances temporales, pero que reverberarán por mucho tiempo en la ciudad -ese lugar de acción, de la diversidad y de experiencias- y en nuestros cuerpos.
En aquellos días estaba seguro de que una de las características de este siglo parece ser el desaparecimiento progresivo de los grandes conceptos, límites, barreras y prejuicios construidos a lo largo de la historia, incluso del arte. La ciudad de Monterrey me mostró un horizonte complejo, fragmentado, pero encantado. Imprimió alteraciones en mi estructura, movimiento. Nueva mirada. Quizás una contradicción contemporánea que pone en el cerne de nuestras discusiones el individualismo intenso y plural de nuestros cuerpos -con sus divisiones, aspectos y acepciones.
HORASperdidas es como nuestro cuerpo. Recorrer sus caminos es experimentar sensaciones. En primero lugar, se viene el deseo. Y luego, la duda de ¿cual es el verdadero deseo del Otro? Seguimos en contacto, con sonrisas, besos y abrazos virtuales. La fuerza que tuvo ese espacio de encuentro, combinando gente tan distinta, conjugado con amor, haz con que esa huella crezca a cada día. Sinceramente, deseo que HORASperdidas siga conquistando la ciudad y sus habitantes interactúen con el arte, con el patrimonio histórico, con la cultura, y así continuamos construyendo nuevas memorias. Esa es una conquista permanente de queridos amigos, un proyecto inacabado, una propuesta en constante proceso, en la cual nuestro encuentro se establece y posibilita el dialogo en ese sitio tan frágil como es el mundo.
¡Nos vemos pronto!
Extraído de la Revista Escaner Cultural
http://revista.escaner.cl/node/1994
Jue, 08/12/2010 - 16:16